Después de los hechos ocurridos ayer en Barcelona, y considerando que se puede estar o no de acuerdo con el radicalismo formalista en que, según algunas voces, parecía haber desembocado el discurso de los “indignados”, debemos reconocer que, al margen de los ideales políticos, los acontecimientos históricos siempre se repiten, y nuestros gobernantes no logran aprender. Para demostrarlo vamos a retroceder en el tiempo a fin de ir a parar a la Rusia zarista de principios del siglo XX:
El 22 de enero de 1905 ( 9 de enero, según el calendario juliano que entonces se utilizaba en aquel país) fue de ingrato recuerdo para los súbditos de Su Majestad el Zar Nicolás II, y la Historia se encargó de llamarlo Domingo Sangriento. Sucedió que más de 40.000 personas, sin que obedecieran a ninguna consigna política, en su mayoría familias enteras de trabajadores y campesinos, se acercaron a la Plaza del Palacio de San Petersburgo con el objetivo de entregar al monarca una petición de mejoras laborales.
Y aunque el Zar, que temía por su seguridad ya había abandonado la ciudad, la infantería y las tropas cosacas les esperaron frente al Palacio de Invierno y su intervención se cobró miles de vidas.
Todavía hoy las causas de la tragedia no están del todo claras, y apuntan al nivel de peligrosidad ciudadana que podía haber significado semejante manifestación. Se responsabilizó de la masacre al ministro del Interior Sviatopolk-Mirski, que fue destituido para evitar que aumentara la animadversión del pueblo hacia la corona.
La sangrienta represión, consecuencia de los hechos, provocó una oleada de protestas, y las huelgas se generalizaron por toda Rusia. Primero fueron los campesinos, después los obreros, los intelectuales y liberales, también las fuerzas armadas y los grupos étnicos minoritarios. En aquel mismo mes, el número de huelguistas sobrepasó los cuatrocientos cuarenta mil, y aumentó considerablemente la influencia de los partidos de extrema izquierda, que llamaban a sus simpatizantes a la lucha armada contra el poder establecido.
Estoy convencida de lo que acabo de escribir en parte les resultará familiar. Y como decía Manzoni[1]: “La insurrección acaba cuando la Revolución comienza” regresamos preocupados al presente.
El viernes 27 de mayo de 2011, en la España demócrata del Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero, continuaban manifestándose pacíficamente en la plaza de Cataluña de Barcelona,
miembros del movimiento Democracia Real Ya. Sus reivindicaciones se extienden por la gran mayoría de plazas emblemáticas del resto del territorio desde el pasado día 15 de mayo, a fin de pedir una sociedad más justa y savia nueva en la política. Así las cosas, a las siete de la mañana de ayer ocurrió que, por orden directa del Sr Puig, Consejero de Gobernación de la Comunidad Autónoma de Cataluña, asesorado por sus colaboradores, Manuel Prat y Manuel Castellví, coordinador de la operación, con el consentimiento del todavía alcalde Sr. Hereu, la policía empezó a desalojar a los acampados, sin que su actuación pudiera considerarse benévola, ya que se saldó con un balance de ochenta y cuatro acampados heridos y treinta y siete agentes contusionados.
La reacción de rechazo fue unánime, la oposición política se rasgó las vestiduras y puso el grito en el cielo. El Defensor del Pueblo aseguraba que actuaría de oficio después de las denuncias recibidas, los medios de comunicación locales y autonómicos transmitían la noticia sin acabárselo de creer y las redes sociales se convertían en un hervidero de críticas al Sr. Puig, que ya se ha apresurado a asegurar, que aunque diez mil personas pidan su dimisión el piensa permanecer en el cargo.
Lo que sí debió de hacer Puig, para defender su actuación y la del magnifico duo de Manolos, que tan mal gestionaron los sucesos de la plaza de Cataluña, y porque la situación a la que se llegó así lo requirió, fue comparecer ante la prensa e informar que la acción policial tenía un doble objetivo: Primero mantener la higiene y salubridad en beneficio de la salud pública, y segundo actuar de forma preventiva en el hipotético caso de que el Futbol Club Barcelona ganara en Londres la Champions League, y una multitud difícil de controlar acudiera a la fuente de Canaletas, punto de encuentro de la afición barcelonista para celebrar las victorias de su equipo, y que está situada al lado de la mencionada plaza. Finalmente elogió a la unidad antidisturbios de la policía autonómica afirmando que actuó con sensatez, mientras la situación lo había permitido, pero que al tropezar con la resistencia de los manifestantes, sus acciones fueron contundentes. Júzguenlo ustedes mismos viendo el video.
De todos es sabido que cuando el pueblo exige lo que la Constitución asegura que le corresponde, resulta que desobedece, y hay que tratarlo con agresividad. Cabe pensar, que al Sr. Puig se olvidó ayer el cerebro en su casa y a los Manolos se les evaporó con la repentina llegada del calor. Porque después de haber apaleado a los miembros de un movimiento pacífico, y querer justificarlo con los altercados que podrían provocar los fanáticos del Barcelona en el supuesto caso de que ganaran la Copa de Europa, demuestra poseer una pésima capacidad de gestión, que solo es comprensible cuando se tiene un encefalograma plano.
Y resulta, que después de la expulsión de los acampados y la confiscación de todos sus bienes, la plaza volvió a llenarse al cabo de seis horas, y los “indignados” recibieron el apoyo de la mayor parte de la ciudadanía. Total mucho ruido y pocas nueces para los intereses del Sr. Puig, que como todos no quiere perder la poltrona, y no ha vuelto a abrir la boca.
Estamos en una época de cambios que a nuestros rancios políticos les cuesta de aceptar. No entienden que la gente, harta de pasar estrecheces, se esté cansando de callar. Por algo el pueblo es soberano, aunque a menudo se equivoca confiando en quien no debe, y para muestra los hechos acontecidos en la Rusia de los Zares, de los que les hablaba al principio de este artículo, que unidos a una situación política desesperanzadora, se convirtieron en el origen de la Revolución bolchevique, que más tarde se demostró tan perversa como la autocracia zarista.
Señores les invito a la reflexión. Buenos días.
María Bastitz
[1] Alessandro Francesco Manzoni, Milán 7 de marzo de 1785-22 de mayo de 1873. Considerado uno de los escritores más representativos de la literatura italiana, es autor de la conocida novela Los Novios.
La historia siempre se repite... sólo cambian los protagonistas. María, espero impaciente el último capítulo mañana. Saludos.
ResponderEliminarSi la historia siempre se repitiera seguiriamos en cavernas con palos y piedras...
ResponderEliminarseguimos siendo esclavos en la era moderna,y plegandonos por un misero trabajo
ResponderEliminarEstimados Rosángela y Xavi:
ResponderEliminarEs cierto la Historia siempre se repite, antes éramos esclavos de la autocracia y el feudalismo, y ahora de los mercados internacionales, que subyugan a nuestros gobiernos, y por consiguiente rigen nuestros destinos.
Estimada rosario,rafa:
Una cosa es la Historia de la Evolución, es decir el estudio del desarrollo del hombre en su medio, de la que se ocupan, la Arqueología, la Antropología, la Paleontología... y otra la Historia Política, que siempre es cíclica, de lo contrarío los hombres aprenderían de sus errores y no seguirían matándose, por ideales poco claros, en las guerras, desgraciadamente tan frecuentes en nuestros días.
Saludos cordiales
María Bastitz