No es la primera vez que me ocurre, que después de anunciar la publicación de un artículo o de lo que sea en mi blog, luego tengo que rectificar porque se produce algún suceso que me impide seguir callada. Hoy, tal como les venía diciendo, iba a colgar el cuento Miseria y Compañía S.A, pero la perla del Que se Jodan que la señora Andrea Fabra, si se le puede llamar así, dedicó a los parados impide a una ciudadana de a pie, como yo, que mantenga los ánimos templados, y para el cuento habrá que esperar.
Andrea, debe ser una mujer corta de entendederas, infortunio común en muchos políticos, porque solo así se explica lo que dijo el miércoles en el Congreso y si, por añadidura resulta ser la hija del presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, insigne representante de la España más casposa, la herencia genética manda, y da como resultado un engendro esperpéntico con rostro de valquiria teutónica, a la que no se le ha contagiado la austeridad germánica, y cerebro de mosquito.
El pasado miércoles día 11, a Andreíta, diputada Popular por Castellón, le embargaba una felicidad inconmensurable, al igual que a sus compañeros de partido, cada vez que Rajoy enumeraba las estrecheces que nos iban a caer encima. Reaccionaban como si escucharan la publicidad radiofónica de las rebajas de unos grandes almacenes mientras se anuncian productos a precio de saldo, y estuvieran a punto de encontrar la ganga soñada. Y cuando el Presidente nos hizo saber que se reducirían las prestaciones por desempleo, a partir del sexto mes de cobrar el subsidio, de un 60% del sueldo base al 50%, ya que parecía poner en duda que los cinco millones de parados con los que cuenta España, no tuvieran el interés suficiente en buscar trabajo y esta medida les incentivaría a ello, Fabra tuvo la desvergüenza de añadir: Que se jodan.
La señora diputada, insolente donde las haya, debe de pensar que los españoles somos un atajo de imbéciles, que tragamos con todo lo que nos echen, y no tiene en cuenta que si ha llegado hasta el Congreso, es gracias a que los castellonenses, que ahora deben de sentir vergüenza ajena, le han manifestado su apoyo. Y tan justiciera como es con el dinero público resulta, porque todo se sabe en esta vida, que además de su sueldo de diputada, percibe un suplemento de 1.823,86 euros, dado que se supone que vive fuera de Madrid. Esta suma la reciben los congresistas de otros lugares de España para ayudarles a costear sus gastos de manutención y alojamiento al tener que desplazarse a la capital para acudir a las sesiones del Congreso. Lo que sería el caso de la señora Fabra, diputada por Castellón, si no fuera porque ella ya vive en Madrid, en una lujosa urbanización, donde residen jugadores de futbol, cantantes famosos y algún que otro corrupto, con su marido el ejecutivo de Pocoyó Juan José Guemes. Siendo así, para dejar de cobrar este dinero, que se asigna automáticamente a todos los diputados que han sido elegidos por otra circunscripción, solo es necesario presentar un escrito que esclarezca lo que ocurre. Pero Andreíta no lo ha hecho y, me pregunto yo, dado que le preocupa tanto el dinero que injustamente pueden recibir los parados ¿no debería ella devolver los 1.823,86 euros que ha cobrado indebidamente desde que fue elegida diputada, renunciar en un futuro a esta paga y…JODERSE?
Pero como las cosas han llegado hasta donde nunca deberían de haberlo hecho, y a pesar de que a los ministros les traicionen los nervios y perviertan el lenguaje, llamando crédito blando a un rescate en toda regla, sabemos perfectamente que, desde hace cierto tiempo, nos gobiernan desde Bruselas. Hoy era fácil adivinarlo después de escuchar la rueda de prensa posterior al consejo de ministros, cuando los tres magníficos, Soraya Sáez de Santamaría, escoltada por de Guindos y Montoro, se han enfrentado a los periodistas.
Así que, llegados a este punto, tal vez podamos prescindir de tanto político inútil y enviarles, de una vez por todas, a engrosar las listas del paro. Y Andreíta, claro, no va a ser una excepción, más si se tiene en cuenta que papaíto Fabra hizo bullir la sangre de lugareños y forasteros,
después de que construyera, en su amado Castellón, financiado como no podía ser de otra manera, por la hacienda pública, un aeropuerto fantasma donde nunca ha aterrizado un solo avión. Pero Don Carlos insiste en defender la necesidad de tal construcción para garantizar la viabilidad económica de la provincia.
Y como colofón a tan magna obra, el controvertido escultor, Juan Ripollés, montó en los accesos del susodicho aeropuerto, una gigantesca escultura, en homenaje a papá Fabra, que ha costado la friolera de 300.000 euros del erario, y que para ser exactos pesa, ni más ni menos, que 24 toneladas. Sí, sí, 24 toneladas de megalomanía.
Ni que decir tiene que a la familia Fabra les preocupa mucho lo que los contribuyentes puedan arañar al erario, pero los socavones que ellos mismos provocan a la hacienda pública les traen sin cuidado. Y Andreíta, que es un primor juzgando a los demás con rigor implacable, para ser transigente con los suyos debería de haber renunciado ya a su acta de diputada, a pesar de que los palmeros del P.P la defiendan y aleguen que el insulto iba dirigido a los socialistas, lo cual no deja de ser un signo de evidente mala educación, pero esto ocurriría en una país serio y España es tierra de fanfarria.
Señores, les invito a la reflexión. Buenas noches.
María Bastitz