Carta abierta a Su Majestad el rey Don Juan Carlos I de España
Sire:
El pasado día 4 de enero, con motivo de vuestro 75 cumpleaños y después de doce años de hermético silencio, Televisión Española emitió una entrevista a Vuestra Majestad, de la mano del legendario Jesús Hermida, que más que un periodista de talento parecía vuestro vasallo, y donde no era difícil deducir que las preguntas habían sido pactadas, desde la primera hasta la última, con vuestro escudero real don Rafael Spottorno, jefe de vuestra casa. Así las cosas debo deciros, Sire, que quedé, hasta tal punto, traspuesta y obnubilada por la operación de jabonadura, blanqueo y desparasitación que, tan hábilmente, Vuestra Majestad, se aplicó a sí mismo y a los suyos, que no he podido coger la pluma y hablar del tema hasta hoy.
Ni una palabra de vuestro siniestro yerno, Iñaki Urdangarín, que robó durante años al erario y tiene que responder ante la justicia por cuatro delitos: falsedad documental, prevaricación, fraude a la administración y malversación de caudales públicos, todo con la complicidad de vuestra hija Cristinita, que a pesar de haber participado en el festín sigue sin estar imputada. Y ahora resulta que el abogado de Iñaki pretende hacernos creer que no era más que un inocente querubín al que algunas administraciones autonómicas, dada su posición en la familia, quisieron sacarle réditos, y todo por evitar pagar la elevada fianza que quiere imponerle el fiscal. Lo cierto es que, en un abrir y cerrar de ojos, logró lo que los republicanos no habían conseguido en tres décadas, que muchos se cuestionaran la institución monárquica. Mutismo absoluto, también, en torno a la cacería de Botsuana. Claro que, tampoco teníais nada que decir, aquello os costó el honor y la cadera, y que todos los españoles nos enteráramos de vuestro affaire con la falsa princesa alemana, Corina, con la que, si la naturaleza os lo permite, debéis seguir arrugando las sábanas del lecho real.
De vuestra inmensa fortuna, ni una referencia, no vaya a ser que en estos momentos de estrecheces os pidan que seáis solidario, que bien podríais serlo, el fisco os rebajaría impuestos con la donación, y seguro que la limpieza de vuestra imagen sería completa, con aclarado y centrifugado incluidos. Y algunos hasta olvidarían que, según el New York Times, vuestro patrimonio alcanza los 1800 millones de euros, y si se tiene en cuenta que cuando llegasteis al trono estabais desprovisto de capital debéis haber tenido que trabajar duramente para alcanzar tan soberbia cantidad, dado que los presupuestos anuales del Estado solo os asignan 8,3 millones de euros, aunque este año está previsto que el peculio os mengüe un 4%, pero con tanta pasta por delante, uno puede vivir tranquilo. Tal vez el tiempo nos depare una sorpresa y el día que conozcamos todas las proezas de Vuestra Majestad para multiplicar dividendos, Urdangarin solo sea un vulgar aprendiz de trilero. Puede, también, que lo lograrais haciendo
horas extras, Sire, como en su día lo hiciera vuestra abuela, la reina Victoria Eugenia, que harta del tedio de la vida palaciega y de la indiferencia de su real esposo, a ratos perdidos, se decidió a dar a conocer al mundo los prodigios de las cremas Pond’s y, años atrás, Vuestra Majestad, con esposa y prole, siguiendo su ejemplo, hicisteis pinitos en publicidad; allá en Oriente, donde tan bien se os da, Sire, cerrar negocios, y sin el mínimo recato real, os prestasteis a anunciar leche infantil en polvo.
Durante la entrevista pronunciasteis frases facilonas, y en ocasiones hasta ofensivas, en vista del panorama tenebroso que nos sacude: He cumplido con mi deber como español y como Rey .
¿Ah sí? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Y no me vengáis con lo del 23F, que ya sabéis, Majestad, que hasta podríais salir mal parado.
Y resulta que al oíros relatar un trabajo tan bien hecho: Los españoles me han apoyado en esta obra, casi me da un ataque de hilaridad cuando añadisteis: Nos falta por conseguir una España más igualitaria y más justa.
Pues bien, ¿cuándo pensáis poneros en marcha para lograrlo? ¿cuándo nos demostraréis que la justicia es igual para todos? Con tantos millones de parados, desahuciados y gente que no tiene donde caerse muerta, tal vez sería oportuno recordar a vuestro Gobierno que ha llegado la hora de fomentar políticas encaminadas a favorecer a los más desprotegidos, que tuvierais presente que un rey es como un padre para sus súbditos y dierais cobijo a los que más sufren, en uno de estos palacios, que son patrimonio del Estado, y que solo utiliza Vuestra Majestad. Y el pueblo, que a fin de cuentas es quien carga con vuestros gastos y os permite vivir de la sopa boba, hasta os idolatraría. Pero bien mirado, todo esto son leyendas del pasado, porque poco podéis hacer para resolverlo, la vuestra es una monarquía constitucional, y ya que os apasiona el arte de matar animales indefensos, os voy a poner un ejemplo cinegético para que nos entendamos. Vos sois como la cabeza de un león disecado, que bien podría colgar de la pared del salón noble del castillo de Villaviciosa de Odón, antiguo pabellón de caza de los Borbones, y a vuestro lado, como no podría ser de otro modo, se encuentra la leona, también disecada, que parece miraros de reojo mientras recuerda la frase de Montanelli, que a Sofía le viene como anillo al dedo: La corona real no solo está hecha de brillantes y perlas, sino también de cuernos. Y en la sala, bajo el peso implacable de vuestra real presencia, los animales más salvajes de la tierra, o sea ministros y diputados, se desangran en una lucha a pecho descubierto a cambio de una comisión, o de una maldita prebenda, sin que vos, el rey, que antaño habría conducido a sus soldados a la guerra, aunque me pregunto si vos hubierais tenido la suficiente gallardía para hacerlo, ahora podáis evitarlo.
¿Dónde está vuestra dignidad real, Sire? La que solo los monarcas de ayer, educados desde la cuna para sentarse en el trono, poseyeron, y que vos, estáis lejos de alcanzar. Vivisteis exilado en Estoril hasta que un dictador decidió prepararos a su antojo para reinar. Ya sé que la mayoría de vuestros antepasados, a excepción de vuestro bisabuelo Alfonso XII, no tuvieron el decoro que requiere una corona, pero no mancharon su honor con semejante lacra, y supieron rodearse de ilustrados brillantes como José Patiño, el marqués de la Ensenada, Miguel de Lardizábal…por mencionar algunos, absolutistas todos, pero que al menos sabían lo que se traían entre manos.
Aunque cuando más ultrajada me sentí fue al escucharos responder a una pregunta de Hermida relativa a lo que habían significado para vos tantos años en el trono, y con la desfachatez propia de un perfecto hipócrita, contestasteis: El ayer un compromiso, el presente un esfuerzo, el mañana una esperanza.
Pues yo os diré qué clase de compromisos adquiristeis con el pueblo español durante este tiempo, Sire. En el ayer, os dedicasteis al dolce far niente, como así lo atestigua la prensa del pasado Os exhibíais sin pudor a bordo del Fortuna y los paparazzi os pillaron como Dios os trajo al mundo. Las fotos se publicaron en la revista italiana Nouvelle 2000, acompañadas de un reportaje titulado, La joya más bien guardada de la corona española. El Gobierno contempló la posibilidad de emprender acciones legales contra el semanario, pero el que fuera ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordoñez lo desaconsejó asegurando: Sólo hay una forma de evitar fotos como estas, no estar desnudo. Pero vos pasabais de todo, habíais cambiado la vida palaciega por el trajín de ir enlazando aventuras amorosas. El entonces Presidente del Gobierno, Felipe González, en medio de aquel fandango del cuore os había llegado a decir: Señor, no se preocupe de nada, nosotros nos ocuparemos de todo. Diviértase, Vuestra Majestad
Por respeto a vuestra augusta esposa, Sire, que ha convertido el arte de reinar en su oficio, no voy a enumerar el sinfín de amantes que habéis tenido, que se han encargado de hacernos saber que sois muy hombre. Y en estos momentos, en que la sociedad se resquebraja, ¿ a quién pueden interesar los amoríos de un anciano como vos que, desde el sainete de Botsuana, habéis caído en desgracia? Recordad, Majestad, y no me gusta ser aguafiestas, que poco antes de la desafortunada entrevista televisiva, el diario El Mundo publicó una encuesta donde el 54% de los españoles deseaban que siguierais a la cabeza de la Jefatura del Estado, frente a un 49% que os quería ver en el exilio, y convendréis conmigo, señor, que un 5% es una cantidad fácil de ser superada.
En cuanto al presente, que según nos dijisteis, os ha requerido mucho esfuerzo, las cosas tampoco han variado demasiado. Ha habido cambio de damas. Al parecer, Sire, habéis sustituido la calidez latina de vuestras amantes, por la mirada gélida de una valkiria trasnochada de tierras centroeuropeas. Tenéis un ex – yerno, ex – marido de vuestra hija primogénita, Elenita, que hizo correr ríos de tinta en los periódicos con
el asunto de su coqueteo con la cocaína, un heredero que nadie cree que llegue a reinar, y su esperpéntica esposa, Letizia, vuestra nuera, con título de periodista, pero que cada vez que abre
la boca mete la pata. Amén de vuestro otro yerno, Iñaki, el manos largas, y de vuestra otra hija, Cristinita, la infanta despistada que no sabe a quién tiene en casa, parece como si ambos, en
medio de una tormenta de arena en el árido desierto, se perdieran de la caravana de Alí Babá y los cuarenta ladrones y nunca volvieran a encontrarla. Decía Tolstoi: Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas, lo son cada una a su manera. Pero, seguro que si hoy levantara la cabeza, tendría que tragarse sus propias palabras al tropezar con una estirpe inclasificable como la de Vuestra Majestad.
Pero si en algo habéis acertado, Sire, es en la expectativa del mañana que aunque, a mi modo de ver, para vos solo sea una quimera, para el resto de los españoles es esperanzadora. Vos queréis seguir en el trono con cetro y corona real incluidos, y nosotros solo deseamos perderos de vista, y poder recuperar nuestros anhelos.
Os pido perdón por mi intransigencia y me reitero a Vuestra Majestad como crítica súbdita.
MARÍA BASTITZ.
Señores, como siempre, les invito a la reflexión.