SEGUNDA PARTE
Siempre había creído que cuando los años nos quitaban inocencia y nos compensaban con el sosiego de la madurez, nos volvíamos más juiciosos frente a la vida. Pero ahora me he dado cuenta de que estaba equivocada, para entender el presente también hay que especializarse en lenguaje no hablado.
Sí, sí, tal como les cuento, en estos tiempos que corren, no hace falta reflexionar demasiado para llegar a la conclusión de que lo que antes era correcto ahora no lo parece, y cuando Europa ha perdido su relato, nos vendría muy bien adivinar aquello que se olvidaron de explicarnos nuestros políticos, que tan comprometido resulta, que les empuja a recortar privilegios, que a base de sudor y sangre, lograron nuestros antepasados.
Hoy cuando los padres de Europa han cambiado y Frau Merkel y Monsieur Sarkozy nos dicen lo que hay que hacer, resulta que un pequeño país, donde florece el limonero, que a principios del siglo XIX no era más que una porción del Imperio Otomano, que tras una Guerra de Independencia y otra de Civil se convirtió en el reino de Grecia, cuando Otto de Baviera decidió aceptar su trono, hoy desestabiliza la Unión Europea. Será que al desprenderse de las tierras del Sultán se vio sacudida por demasiados vaivenes políticos. Las tropas turcas en el norte de Chipre, le obligaron a ser precavida y a fortalecer su Ejército, en la actualidad unos 100.000 soldados para un país de once millones de habitantes. Y por descontado, las empresas del ramo, francesas y alemanas, se ocuparon de suministrarle suficiente material bélico para lucrarse a costa de sus desgracias. Una auténtica tragedia griega, que solo una iniciativa política que obligara al desarme entre Grecia y Turquía podría solucionar, ya que gran parte de la solidaridad europea, que se traduce en préstamos por valor de millones de euros a un elevado interés, se esfuma en financiar los costos de armamento. En los últimos meses Francia ha vendido a los griegos seis fragatas por valor de 2500 millones de euros, helicópteros cuyo importe alcanza los 400 millones, cazas rafale de combate a 100 millones la unidad. Y los alemanes tampoco se han quedado a la zaga proporcionándoles seis submarinos por el módico precio de 1000 millones de euros, y no lo digo yo, sino Daniel Cohn-Bendit[1]. En fin el colmo de la hipocresía.
Y como siempre, una cosa lleva a la otra, y cuando muchos de los problemas de la Unión se instalan en la falta de cesión de soberanía de los estados miembros por anteponer los intereses propios a los de sus socios, vuelvo a acordarme de Leopoldo III, el rey non grato de los belgas, que como dice Leo Van Audenhaeghe[2], con la capitulación: Ahorró a Bélgica un inmenso e inútil baño de sangre durante la II Guerra Mundial.
Y como no vivió lo suficiente para ver la caída del muro de Berlín, poco se imaginaba que el uranio de las minas de Katanga, entonces Congo Belga, que aseguraba a los Aliados la guerra fría con los países del talón de acero, era un escenario mucho más seguro que el que tenía que venir después.
En la primera parte de este artículo, tal vez me deje en el tintero alguna que otra información, por lo que me he decidido a ampliarlo y a afirmar alto y claro, que analizados los hechos desde el punto de vista histórico, y con la objetividad que puede dar el no haberlos vivido, lo que Bélgica hizo con su rey es de sonrojo nacional. Y que su propio hermano Carlos, regente desde 1944 hasta 1950, hubiera evitado la deportación al castillo de Hirschtein en Alemania con el resto de la familia, escondiéndose en una granja de Sart-lez-Spa, y complotar con la élite política de la época a fin de impedir el regreso de su hermano Leopoldo al país, es para coincidir con lo que un día dijo Pío Baroja: El hombre un milímetro por encima del mono, cuando no un centímetro por debajo del cerdo.
Príncipe Carlos, regente de Bélgica entre 1944 y 1950
Leopoldo nunca manifestó fascismo ni tampoco antisemitismo, su educación le obligaba a rechazar ideologías absolutistas en detrimento de los derechos de los ciudadanos. Pero como surgen y surgirán dudas debido a su forma de expresarse con frases tales como: Los judíos son los responsables de nuestras preocupaciones. Cuando los demás pensaban igual y se callaban, no hay que escatimar palabras para probar su inocencia.
Durante la guerra, la propaganda antimonárquica se afanaba en recalcar que Leopoldo III y la reina madre Elisabeth juzgaban que el general Tilkens, jefe de la Casa Militar del rey, comprometía a la monarquía por ser miembro de la resistencia y estar en contacto con los ministros de Londres.
Reina Elisabeth de Bélgica
Y yo voy y me pregunto ¿acaso no tenían razón? El soberano caminaba por arenas movedizas y debía ser prudente. Era un rey sin gobierno en un país ocupado y no podía permitir que los alemanes sospecharan que la familia real simpatizaba con los opositores del nuevo régimen, lo contrario habría podido significar su ejecución. ¿O tal vez estoy equivocada?
Sabemos que era Leopoldo un rey viudo cuándo conoció a Lilian Baels, pero me olvidé de contaros que antes se cruzó en su vida Liselotte Landbeck, campeona sueca de patinaje artístico, y de sus amores secretos, revelados recientemente, nació una niña, Ingeborg, hermanastra del actual soberano Alberto II, y que vive en Estados Unidos.
Sabemos que era Leopoldo un rey viudo cuándo conoció a Lilian Baels, pero me olvidé de contaros que antes se cruzó en su vida Liselotte Landbeck, campeona sueca de patinaje artístico, y de sus amores secretos, revelados recientemente, nació una niña, Ingeborg, hermanastra del actual soberano Alberto II, y que vive en Estados Unidos.
Liselotte Landbeck
Al parecer el rey requirió los servicios de Liselotte durante el invierno de 1939-40 para que, aprovechando que los estanques de Laeken estaban helados, enseñara a patinar a sus hijos Josefina-Carlota, Balduino y Alberto. Meses más tarde, en la maternidad de Amberes, la patinadora dio a luz a una niña. Se dice que la habitación de la clínica estaba repleta de flores enviadas desde el palacio real. Pero la reina madre, Elisabeth, exigió a su hijo poner fin a aquella relación que perjudicaba su imagen, ya que Liselotte era una mujer casada que no pertenecía a la nobleza.
Liselotte Landbeck
El monarca, inteligente y voluntarioso, no comprendió nunca que en política no es suficiente con tener razón, también hay que saber convencer y, desgraciadamente, no poseía la mano izquierda necesaria para concentrar talentos y despertar esperanzas de futuro. En cambio si exigía más responsabilidad a sus ministros, que eran incapaces de alcanzar. En una crisis de Gobierno, la enésima de su reinado, que duraba más de lo razonable, exasperado se lamentó: Es incomprensible que cuestiones personales y de poder político provoquen la ausencia de Gobierno, cuando los tres partidos están de acuerdo en el mismo programa de acción. A semejante situación se enfrenta, hoy en día, su hijo el rey Alberto II.
Y cuando los acontecimientos que se sucedieron en Europa, convirtieron la cuestión real, que no era más que un asunto molesto, en una crisis política de primer orden, cabe preguntarse el por qué de todo aquello, si Bélgica era una democracia, y los súbditos del rey ciudadanos responsables para asumirla. Señores les invito a la reflexión. Buenas tardes.
MARÍA BASTITZ
Bibliografía: Atlas Histórico Mundial, Hermann Kinder y Werner Hilgemann.
La Guerra de Churchill, Max Hastings
Balduino el Rey, Robert Serrou
Prensa en general y hemeroteca del diario Le Soir.