He de reconocer que hoy no tenía intención de escribir ningún artículo, pues no les he hecho anuncio previo, y como muchos de ustedes saben, ando bastante atareada con mi nueva novela. Pero resulta que ni en el más remoto de los sueños me habría podido imaginar que un día me pondrían en bandeja criticar al ministro Montoro y a sus secuaces.
Sí, sí, el que está a la cabeza del Ministerio de Hacienda, cuyos inspectores persiguen al ciudadano de a pie, es decir al pueblo llano, si se equivoca de casilla en el impreso de la declaración de la renta, bombardeándolo a requerimientos y amenazas de embargo como si hubiera cometido el más grave de los delitos. Si ofendido, quiere protestar y aclarar que tuvo un lapsus, debe recurrir al Tribunal Económico Administrativo, donde le hacen las cuentas del Gran Capitán y los abogados del Estado se encargan de no darle la razón. En cambio si son las grandes fortunas quienes defraudan al fisco, parece que aquellos hombres siniestros miran hacia otro lado. Someten a las empresas serias a estrictas auditorías, mientras que los directivos de negocios fraudulentos que fomentan el pelotazo, evitan la cárcel con una facilidad pasmosa. Y en estos tiempos revueltos en que tantos protestan y pocos se manifiestan, fui testigo de un espectáculo por el que tengo derecho a sentirme molesta.
Resulta que el pasado jueves, por cuestiones editoriales, viajé a Madrid, y la casualidad quiso que, alrededor de las cuatro de la tarde, estuviera en la calle Alcalá donde, en el número 15, se encuentra el casino, y justo en aquel momento el ministro Cristóbal Montoro estaba participando en el Foro ABC, que allí se celebraba, para explicar las directrices de su Ministerio y la política económica del Gobierno.
Acompañado de la editora de dicho periódico, Catalina Luca de Tena, y de algunos de sus colaboradores, Montoro inició su discurso agradeciendo la invitación y, de inmediato, hizo referencia a la crisis y a la situación tan difícil que vive España.
Luego lanzó perlas del tipo: No ha habido teatralización en la negociación del déficit con Bruselas, sino una desviación de los objetivos que planteaba el programa de la Unión Europea. En relación a su ajuste indicó que, hay márgenes dentro de los impuestos, pero no los subiremos. Ya veremos, señor ministro, que es lo que sucederá después de las elecciones andaluzas.
Cuando le preguntaron por la cuestión del aumento de las tarifas eléctricas, Montoro afirmó ser muy respetuoso con las competencias de otros ministerios: No soy una persona curiosa –dijo–, si lo fuera, no estaría en política. No tengo ni idea de cuánto va a subir la luz.
Negó rotundamente un nuevo aumento del IRPF e indicó que el establecido actualmente por su Ministerio es una subida temporal que caduca el 31 de diciembre de 2013. En cuanto a los impuestos especiales que gravan a la gasolina o al alcohol, Montoro manifestó que es muy negativo que esté cayendo su recaudación y no se tomarán decisiones que afecten negativamente al consumo.
También defendió la reforma laboral como necesaria para la recuperación del país: No hay que tratar la reforma con falsos titulares porque se deforma la realidad de las relaciones laborales.
Y añadió: El Gobierno está trabajando en la España de las reformas estructurales en un tiempo récord.
Montoro, optimista, dejó claro que pronto retomaríamos la senda del crecimiento.
Pero no se vayan a confundir ustedes, yo no estaba dentro del casino escuchando al señor ministro, solo me he limitado a resumirles la información aparecida en la prensa. Una servidora, se encontraba fuera, contemplando la exhibición de opulencia y despilfarro, que aunque mis ojos la estuvieran viendo, me costaba de creer. Más de sesenta coches oficiales, con el conductor esperando dentro, estaban aparcados a ambos lados de la calle, y un sinfín de guardaespaldas paseando por las aceras. Cualquiera que conozca las dimensiones de Alcalá comprenderá rápidamente que tanto Audi 6 y tanto Jaguar colapsaba por completo el lugar.
Mientras tanto, el ministro hablaba de déficit, de restricciones, de aumento de las tarifas eléctricas, pero él y los suyos provocaban que la ciudadanía, atónita, que a diario ve como disminuye su poder adquisitivo, avistara aquel panorama dantesco.
Algunos de ustedes es posible que me digan, que meter a estos zánganos de la supuesta élite política, que no todos deberían ser altos funcionarios del Estado, también estarían banqueros y demás fauna variada, en unos cuantos microbuses para que vayan a escuchar las disertaciones de Montoro en el casino, nos saldría más caro que el hecho de que utilicen el vehículo oficial que se ha puesto a su disposición, que a fin de cuentas está en renting y cuesta cuatro duros. Y que aunque fuera una situación estéticamente lamentable, no es por ahí por donde se reduce el dispendio. Claro que un coche adaptado a las necesidades del cliente, que tratándose de esta casta no deben ser pocas, disponible a todas horas y con vehículo de sustitución en caso de avería, no creo que vaya a ser, precisamente, una ganga.
Y digo yo, que tal vez sea demasiado pueblerina y no comprenda los entresijos de la villa y corte, si estos gerifaltes de vía estrecha se desplazaran en Seat Toledo, por mencionar un modelo más económico, en lugar de utilizar coches de alta gama, el renting sería más barato. Y si a esto le sumáramos el despido de unos cuantos asesores absolutamente prescindibles, la eliminación de aquellos ministerios cuyas materias han sido transferidas a las comunidades autónomas, el dejar de sanear los bancos con dinero público y unas cuantas cosas más que se me están ocurriendo pero no quiero cansarles, seguramente, y utilizando palabras del señor Montoro, del que espero que sus conocimientos en Economía sean más brillantes que su retórica; sepan que he tenido que omitir una frase de su discurso porque redundaba y en mi blog no quiero redundancias aunque provengan del mismísimo ministro de Hacienda, el Gobierno podría trabajar en la España de las reformas estructurales en un tiempo igualmente récord, pero sin necesidad de que el bolsillo de los ciudadanos se resintiera tanto.
Señores, hoy más que nunca, les invito a la reflexión. Buenas noches.
MARÍA BASTITZ