martes, 4 de septiembre de 2012

* * * LA TRISTEZA DE RONALDO * * *

Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo
sólo en ver que el alegría
presume de hacerme suyo.
  ¡Oh, tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.
No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.
  Pero, di:
ya que estó en tu compañía,
¿cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí,
no hay remedio para echallo,
¿quién jamás estuvo así?
que de ver que en ti me hallo,
me hallo que estoy sin ti.
  ¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú hiciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!
Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces vernás mejor.
Pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces
mucho más que en tu presencia
                                                                                    Juan  Boscán.




No  me  interesa  para  nada  el  futbol,  pero  Cristiano  Ronaldo  está  triste  y  una  noticia  así  conmueve.  Me  da  tanta  pena,  pobrecito,  que  he  utilizado  el  poema  de  Boscán,  que  nació  poco  después  del  descubrimiento  de  América,  para  que  este  individuo,  narcisista  y  megalómano,  se  diera  cuenta  de  que  la  tristeza  es  patrimonio  de  todos  los  mortales  desde  tiempos  lejanos,  y  así  pueda  consolarse. 
         Porque  el  resto  de  la  humanidad  no  está  triste  por  querer  cobrar  más  de  1500  euros  por  hora ,  o  lo  que  vendría  a  ser  lo  mismo,  más  de  35.000  talegos  por  jornada  laboral,  ni  tampoco  más  de  13  millones  de  euros  por  año  trabajado,  y  no  se  los  pagan. No,  no,  patologías  a  parte,  si  los  españoles  estamos  tristes  es  porque  en  nuestro  país  hay  cinco  millones  de  parados,  muchos  de  ellos   profesionales  cualificados  que  con  la  crisis  se  les  ha  ido  al  traste  el  negocio,  el  trabajo  o  los  asuntos  que  tuvieran  entre  manos.  No  pueden  hacer  frente  a  su  deuda  hipotecaria  y  no  les  ha  quedado  más  remedio  que  irse  a  vivir  con  sus  padres  para  evitar  el  desahucio,  han  tenido  que  dejar  de  llevar  a   sus  hijos  a  colegios  privados  porque  les  resulta  imposible  correr  con  los  gastos,  y  acuden  a  Cáritas  o  al  Banco  de  Alimentos  para  poder  darles  de  comer.
        Y  este  sujeto,  que  solo  sabe  chutar  un  balón  y  habría  que  comprobar  si  llegaría  a  hacer  la  “o”  con  la  ayuda  de  un  canuto,  no  se  le  ocurre  otra  cosa  que  proclamar,  a  los  cuatro  vientos,  su  tristeza,  con  la  obscena  intención  de  conseguir  un  aumento  de  sueldo.
       Señores  les  invito  a  la  reflexión.

       MARÍA  BASTITZ