Ya hace días que quería hablaros de uno de los máximos exponentes del romanticismo literario español, conocido por sus brillantes artículos, que desde su diario El Pobrecito Hablador, criticaban duramente a la sociedad de su época. No es otro que Mariano José de Larra, que como buen romántico, fue incapaz de asumir su disconformidad ante el curso de los acontecimientos que se sucedían en nuestro país lo que, aliñado con un profundo mal de amores, le llevó al suicidio a los veintisiete años:
–¡Ay Mariano! –me digo cada vez que te encuentro en Madrid contemplando el ir y venir de las gentes desde tu pedestal de granito cerca del palacio real–, menos mal que los del Ayuntamiento de la Villa y Corte, te instalaron aquí. Si llegan a colocarte en la Moncloa , no te haría falta una pistola para irte al Más Allá, porque de volver a levantar la cabeza, te morirías del pasmo al ver tanto incompetente gobernando España.
Y esta mañana mis pensamientos han vuelto a ser para él y ya no he podido retrasarlo más. Verán andaba yo ocupada como siempre, cuándo he intentado resolver unas dudas por teléfono con la Agencia Tributaria y he llamado a la delegación correspondiente. Pero ¡Cuál ha sido mi sorpresa! Me ha contestado una voz en off, de éstas monótonas e insensibles. Hasta aquí nada anormal, todas dicen más o menos lo mismo y se acompañan de música relajante que siempre suele ser igual, para que no pierdas los nervios: Ha llamado usted a la Agencia Tributaria , nuestro horario de atención al público es de 9 a 14 horas de lunes a viernes. Si desea hablar con rentas marque uno, con censo y certificados dos, con IVA y sociedades marque tres, con recaudación cuatro, con módulos marque cinco, con secretaria seis, con informática marque siete y para cualquier otra información, marque nueve . En realidad renta era mi objetivo y he seguido con rigor las instrucciones, pero entonces la voz en off ha sido más explícita y me ha comunicado: Esta extensión no responde. Si necesita ayuda marque cero. Hago lo que me indica, y acto seguido me contesta: No hay operadora disponible para atenderle. Entonces me he dedicado a pulsar todas la extensiones y la contestación siempre ha sido idéntica. He llamado a la central de la Agencia Tributaria en Barcelona y he vuelto a encontrar otra voz en off, que era de aquellas que a una le dicen: Si conoce la extensión márquela, sino manténgase a la espera. Así lo he hecho, y a punto ha estado de acabar con mi paciencia, sin que lograra comunicar con ningún ser viviente. Definitivame era como si la vida humana se hubiera esfumado de las Delegaciones de Hacienda
Asqueada de ver como un estamento del Estado se reía en las narices de los contribuyentes, he llamado al servicio de Atención Ciudadana del Palacio de la Moncloa , con la ingenua esperanza de que allí deberían saberlo todo. Y ahora viene lo bueno, se supone que responden al teléfono desde las oficinas de la Presidencia del Gobierno, y tengo que escuchar como me dicen lo siguiente:
–Señora, esto depende de la Generalitat de Cataluña.
Traspuesta por el schock que me habían producido las palabras de mi interlocutor, apenas si he tenido fuerza para replicarle:
–Verá, le estoy hablando de la Agencia Tributaria y que yo sepa, a día de hoy, es el Estado el recaudador de todos los impuestos de las comunidades autónomas, a excepción del País Vasco.
Convendrán conmigo que el hecho de que una ciudadana de a pie tenga que recordarle esta circunstancia a un funcionario del Estado, es de juzgado de guardia.
¡Que alegría tendría el señor Más si así fuera! Al menos ya no debería viajar a Madrid, en clase turista, a fin de solicitar una ampliación del crédito para poder pagar las nóminas de su personal, después de encontrar las arcas vacías tras el oscuro periodo de gobierno tripartito.
Y en éste instante, Mariano, ha sido cuando te he recordado otra vez. Vuelva Usted Mañana, escribías en el Pobrecito Hablador en 1833, que prestigio para un escritor que su obra sea de rabiosa actualidad ciento setenta y ocho años después de su publicación.
Por si ustedes no recuerdan tan genial artículo, les pongo en antecedentes y les adjunto unos fragmentos. Bachiller, seudónimo de Larra, recibe a un amigo extranjero, que viaja a Madrid con la esperanza de resolver un negocio en quince días.
–Mirad –le dije–, monsieur Sans-délai, que así se llamaba; vos venís decidido a pasar quince días y a solventar en ellos vuestros asuntos.
–Ciertamente –me contestó–. Quince días, y es mucho.
–Permitidme, monsieur Sans-délai --le dije entre socarrón y formal–, permitidme que os convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid.
Empezaron las gestiones:
–Vuelva usted mañana –nos respondió la criada–, porque el señor no se ha levantado todavía.
–Vuelva usted mañana –nos dijo al siguiente día–, porque el amo acaba de salir.
–Vuelva usted mañana –nos respondió al otro–, porque el amo está durmiendo la siesta.
–Vuelva usted mañana –nos respondió el lunes siguiente–, porque hoy ha ido a los toros.
–¿Qué día, a qué hora se ve a un español? Vímosle por fin, y Vuelva usted mañana –nos dijo–, porque se me ha olvidado. Vuelva usted mañana, porque no está en limpio.
–Vuelva usted mañana –nos dijo al siguiente día–, porque el amo acaba de salir.
–Vuelva usted mañana –nos respondió al otro–, porque el amo está durmiendo la siesta.
–Vuelva usted mañana –nos respondió el lunes siguiente–, porque hoy ha ido a los toros.
–¿Qué día, a qué hora se ve a un español? Vímosle por fin, y Vuelva usted mañana –nos dijo–, porque se me ha olvidado. Vuelva usted mañana, porque no está en limpio.
No paró aquí; un sastre tardó veinte días en hacerle un frac, que le había mandado llevarle en veinticuatro horas; el zapatero le obligó con su tardanza a comprar botas hechas; la planchadora necesitó quince días para plancharle una camisola; y el sombrerero, a quien le había enviado su sombrero a variar el ala, le tuvo dos días con la cabeza al aire y sin salir de casa.
–Vuelva usted mañana –nos dijo el portero–. El oficial de la mesa no ha venido hoy.
–Grande causa le habrá detenido –dije yo entre mí. Fuímonos a dar un paseo, y nos encontramos, ¡qué casualidad! al oficial de la mesa en el Retiro, ocupadísimo en dar una vuelta con su señora al hermoso sol de los inviernos claros de Madrid.
–Grande causa le habrá detenido –dije yo entre mí. Fuímonos a dar un paseo, y nos encontramos, ¡qué casualidad! al oficial de la mesa en el Retiro, ocupadísimo en dar una vuelta con su señora al hermoso sol de los inviernos claros de Madrid.
Martes era el día siguiente, y nos dijo el portero:
–Vuelva usted mañana, porque el señor oficial de la mesa no da audiencia hoy.
–Grandes negocios habrán cargado sobre él--, dije yo.
–Grandes negocios habrán cargado sobre él--, dije yo.
Como soy el diablo y aun he sido duende, busqué ocasión de echar una ojeada por el agujero de una cerradura. Su señoría estaba echando un cigarrito al brasero, y con una charada del Correo entre manos que le debía costar trabajo el acertar.
–Es imposible verle hoy –le dije a mi compañero–; su señoría está, en efecto, ocupadísimo. Por último, después de cerca de medio año de subir y bajar, y estar a la firma o al informe, o a la aprobación, o al despacho, o debajo de la mesa, y de volver siempre mañana, salió con una notita al margen que decía: "A pesar de la justicia y utilidad del plan del exponente, negado".
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Si trasladamos las sabias palabras de Larra a la modernidad de nuestros días nos encontraremos con afirmaciones parecidas:
–Vuelva usted mañana que el sistema informático no funciona.
–Llame usted mañana que ahora el director está reunido.
Si una se aventura a preguntar cuándo concluirá la reunión puede recibir una respuesta como esta:
–No lo sé, mejor llame mañana
Y así las cosas cuando tienes que enfrentarte a cualquier gestión, ni los avances tecnológicos pueden facilitarte la vida, porque lo que se resolvería con una simple llamada, tal es el caso de lo que os relataba al principio del artículo, le obliga a una a un desplazamiento. Ya sea porque no cogen el teléfono o porque tropiezas con un incompetente, que no sabe lo que debe hacer y tampoco se ha molestado en aprenderlo, y te manda de la delegación regional de lo que sea, a la provincial, y después a la de tu barrio, para que al final tengas que acabar volviendo a la regional. Si a las empresas extranjeras, algún día se les ocurre instalar una sucursal de su marca en nuestro país, huyen despavoridas y hartas de tanto papeleo. En los juzgados se amontonan los expedientes y estafadores confesos andan libres por las calles, y todo se paraliza frente al ente burocracia, que se desliza como un río de lava por los pasadizos gubernamentales
Y aunque el refranero español nos aconseje el: No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. A veces una piensa que todo sigue como en la época de Larra, cuando según sus propias palabras, era más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.
Bien amigos, ya os he dado bastante la lata. Volved mañana, que si la pereza no me vence puede que os cuente algo más.
Vuestra Humilde Charlatana
Vuestra Humilde Charlatana, nos ha relatado uno de los muchos casos, que desgraciadamente se suceden en la Administración Pública , pero como en todas partes, hay quienes conocen a la perfección su trabajo y cumplen con sus obligaciones, mientras que otros, afortunadamente en un porcentaje menor, pasan de todo. Un saludo
María Bastitz
Tantos avances, tanta web, tanta tonteria y seguimos pendientes de un perezoso funcionario que con tal de no levantar el trasero de la silla deja que todo se haga solo, es decir que no se haga :(
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