Estimados lectores y amigos:
Sucede que estos días ando de sobresalto en sobresalto, y lo que ocurre en mi entorno no me estimula lo suficiente para escribir algún que otro artículo. Como Bertrand Russell: “De la condición humana espero lo peor y raramente me equivoco”
Con éste estado de ánimo he pasado varias semanas, en las que os he ido colgando escritos ajenos.
Así las cosas llegaron los desafortunados acontecimientos del Parlamento catalán a raíz del debate presupuestario, que enfrentaron a indignados, políticos y policía autonómica, y pusieron de manifiesto una violencia insólita hasta entonces. Nuestros dirigentes se quejaron, temieron por su integridad, que es igual de respetable que la de la anciana que va a comprar al mercado y un delincuente la tira al suelo, le roba el bolso y la deja tullida para el resto de sus días, mientras que el miércoles pasado hubo muchos a los que no les tocaba la camisa al cuerpo, que en su día legislaron para que el desaprensivo que le birló el monedero a la abuelita entrara por una puerta del juzgado y saliera por la otra. Pero a pesar de todo el pueblo censuró el altercado y estuvo, momentáneamente, a favor del sistema y de la clase dirigente. Y yo, sin inmutarme.
La opinión pública dejaba claro que deseaba el orden pero también el cambio. Y frente a un capitalismo en plena caída libre, la indignación ciudadana reclamaba una profunda transformación política y social. Aunque si me preguntaran si nuestros políticos lo han sabido interpretar, la respuesta es sencilla, no.
Y ayer llegó el momento en que encontré la motivación suficiente para escribir el artículo que
tanto ansiaba, los indignados se manifestaron en el centro de Barcelona y protestaron frente a los recortes presupuestarios de la Generalitat y la ley Ómnibus, que amenaza la estabilidad de más de ochenta leyes. Están hartos, al igual que el resto de la sociedad, de tener más obligaciones que derechos, y reclamaban acción. Pero parecían obviar que España está huérfana de líderes, capaces de reconducir la complicada situación del momento, porque ni Rajoy, ni Zapatero reúnen las condiciones que se requieren para el liderazgo.
Mientras tanto la indignación, lejos de perder fuerza sigue con más vigor que nunca.
Porqué lo quieran o no, estamos en tiempos convulsos, en tiempos de Revolución.
María Bastitz
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