Hoy no tenía intención de hablarles de los Borbones, el artículo ¡A la Deriva! que les propuse el viernes pasado, iba por otros derroteros, pero después del traspiés del Rey cuando cazaba elefantes en Botsuana, y las especulaciones en torno a su romance con Corinna Sayn-Wittgenstein, he cambiado de opinión. Y como puedo aprovechar el mismo título, y desearía que lo que expresa se hiciera realidad, les diré lo que pienso de esta correría real que puede costarle el trono.
Cuando me enteré de la noticia creí que habíamos vuelto a los tiempos de Francisco José, y a las cacerías de su hijo, el kronprinz Rodolfo, en Mayerling. Los lectores de Jaque al Emperador saben de lo que les estoy hablando, con la diferencia de que en el siglo XIX se contentaban con cazar ciervos, zorros y perdices, pero Juanito tiene otras aspiraciones más elevadas, cambia el cetro por un rifle de cien mil euros y viaja a África austral, con amante incluida, en busca de caza mayor. Sofía hace las maletas y se va junto a su familia griega.
Y como la máxima aspiración de un rey debe ser vivir como un rey, estaría ocupado en asuntos más licenciosos en un bungalow que no era el suyo, y de madrugada se daría cuenta de que se había olvidado el cepillo de dientes en sus aposentos botsuanos, salió para ir a buscarlo, tropezó y se cayó por las escaleras. Se fracturó la cadera, y volvió a España hecho un guiñapo.
Pero no era la primera vez que tenía que regresar a Madrid para que lo recompusieran, hace años se escapó a Gstaad, en Navidad, para esquiar y llevar a cabo otros quehaceres de índole más privado, resbaló con una placa de hielo, cayó, se hizo una fisura en la pelvis y estuvo a punto de perder un testículo. Cuando Sabino Fernández Campos lo recibió, a la vuelta de su andadura suiza, le comentó: Señor, con todo el respeto, he de decirle que un rey sólo puede tener ese lamentable aspecto si regresa de las cruzadas. Gracias a este comentario el monarca lo relevó de sus funciones como Jefe de la Casa Real. La recuperación de aquel patinazo fue larga, y no en vano Felipe González, entonces Presidente del Gobierno, le sugirió: Señor no se preocupe de nada, nosotros nos ocuparemos de todo. Diviértase, Vuestra Majestad.
Y desde entonces no ha parado.
En la década de los noventa, Javier Ortiz escribía en el diario El Mundo: Si se dedica a enviar a su señora a los actos oficiales para él marcharse cada dos por tres de alegres vacaciones, y si además lo hace en el preciso momento en que el pueblo llano está pagando sus impuestos y se muestra más sensible a los dispendios del Estado, pues lo mismo va la gente y se cabrea, y le da por pensar que tal vez un presidente de la República saldría más económico. No sería la primera vez que este país hiciera, por así decirlo, Borbón y cuenta nueva. Como pueden ver aquellas palabras de entonces siguen siendo de rabiosa actualidad ahora.
Aunque parece ser que en esta ocasión el viaje real estaba exento de gastos, dado que Su Majestad era el invitado de no se sabe quién, pero le acompañaban un médico de su equipo habitual, tres escoltas pagados con fondos públicos y la bella Corinna, una trepa más, para ayudarle a arrugar las sábanas. Todo por matar a un pobre animal indefenso por el módico precio de 30.000 euros. Por lo visto el rey ya no recuerda que en Navidad nos decía:
Llevamos varios años sumidos en una severa crisis económica y financiera cuyas causas complejas no son siempre fáciles de entender, pero cuyos efectos negativos son para todos evidentes. Para muchos, tristemente demasiado evidentes por su dureza. Es una crisis que está llamada seguramente a modificar hábitos y comportamientos económicos y sociales.
Tal como van las cosas, Su Majestad tendría que aplicarse su propia filosofía, y no permitirse semejantes muestras de ostentación, que encienden la sangre y conturban la conciencia. De lo contrario ¿Qué pasará si el pueblo se harta, Sire? No vaya a pensar como sus antepasados, los Borbones franceses: ¡Que le den morcilla! porque puede tener que lamentar las consecuencias.
Señores, como siempre les invito a la reflexión.
Buenas noches.
María Bastitz