Oda
a Barcelona
Aquella mañana
del 1 de
octubre la ciudad
amanecía lluviosa, como si derramara
lágrimas de tristeza
después de la
resaca de la
noche, donde todos
con música, jolgorio
o retumbar de
cazuelas le juraban
amor eterno:
–¿Por qué
no me querrán
bien? –se preguntaba la
urbe mientras deshojaba
la margarita del
amor en el
centro de la
plaza de Catalunya–. Es cierto
que no se
cansan de decir
que me pretenden.
Lo mismo les
pasa a mis
vecinas Girona, Tarragona
o Lleida, y
a todos los
pueblos ciudades y comarcas de
nuestras jurisdicciones.
Si…no…seguía arrancando
la corola del
cáliz, hasta que
el último pétalo
de la flor
se aposentó en
un banco con
el sí que
todos esperaban.
Barcelona reflexionó:
–Es
que me han querido tantos. Unos
para bien y
otros para mal. Por
mis
brazos han pasado
íberos, indoeuropeos, griegos,
romanos… y menos
mal que los cartagineses,
después de las
Guerras Púnicas, no
se encapricharon de
mí. No me
habría sentido capaz
de abrazar a
Amilcar Barca exhalando hedor a
elefante por todos
los poros de
su piel. Aunque
dicen que su
hijo Anibal era
mucho más atractivo. Después
llegarían los Berengueres , que me
convirtieron en condado junto
con el resto
de tierras catalanas.
Hasta que apareció
Petronila, que se
prometió en matrimonio
a Ramón Berenguer
IV, y sin
comerlo ni beberlo,
pasamos a formar
parte de la
corona de Aragón que tuvo el detalle de elevarnos a la categoria de principado.
Con los años nuestro príncipe
heredero Fernando, muy
poco agraciado aunque digan lo contrario, pues a mi jamás me gustó, perdería la
cabeza por Isabel
de Castilla y
de un plumazo
llegó aquello de:”Tanto
monta, monta tanto,
Isabel como Fernando” Juntitos se
cargaron moros y judíos
y
unificaron las Españas.
Por suerte para
ambos llegó Colón
y les resolvió
la hacienda pública.
Luego me quisieron
los Austrias de
ambos lados de
Europa, los Borbones
y no cabe
duda de que
mi idilio con
Felipe V, fue de lo más patológico. Por más que el me quisiera yo no
le podía corresponder,
estaba perdidamente enamorada
de Rafel de
Casanova, que no
dudó en traicionarme.
Si hubiera atendido
a los requerimientos
matrimoniales del General
Villarroel, todo habría
sido distinto. Pero ya
se sabe que
el amor no conoce razones. Después
de los Decretos
de Nueva Planta
el Rey debió
de pensar: “La maté
porque era mía
y si volviera
a nacer otra
vez la mataría”. Apenas habían
transcurrido 150 años,
desde la declaración
de amor de
Felipe, cuando apareció
Baldomero Espartero y
todo aquel follón
del algodón, solo
porque a Baldomerito
no se le
ocurrió nada mejor
que bajar los
aranceles a los productos
textiles ingleses y
con ello hundir
a la industria
algodonera catalana. Espartero
se enfadó tanto conmigo
que me hostigó sin piedad,
y cuando mis
gloriosos monumentos solo
eran cascotes y
ripios admitió que
para acallar mis
lamentos deberían de
bombardearme cada cincuenta
años a fin de
mantenerme a raya.
Con el devenir
de los años
llegarían políticos de
infausta memoria, de
esos que solo
se glorifican cuando
la milicia los
pasa por las
armas, y que
hoy sus partidos
les tienen reservado
el culto a los
mártires. Enseguida me
pidieron relaciones pero,
semejantes esperpentos en
mi cama ¡Jamás! Se
me antojaban lerdos
y desbaratados y
los rechacé con pocos
modales. De ahí
tantas desgracias desde
finales del siglo
XIX hasta acabada la Guerra Civil.
Después
nos sorprendió el
ostracismo. Ya teníamos
al generalísimo al
mando de un
gobierno a su
medida. Panfletos del
Glorioso Movimiento Nacional
y de la
Falange con el
emblema del yugo y las
flechas empapelando mis
calles, por donde
transitaban los nuevos ricos de la dictadura,
hombres con el
pelo untado de
fijador, repeinados con crencha
en medio
dando el brazo
a señoras vestidas con dudoso gusto
y que llevaban
colgado en el
cuello el águila
del nuevo escudo
del régimen. Algo que
últimamente la señora
Forcadell viene repitiendo en versión independentista,
pues somos muchos
los que le
hemos visto la
silueta de Catalunya pendida de una cadena de oro
asomar por encima
de su busto como si se tratara de un coto de caza privado. ¿Es
que mi tierra
es solo patrimonio
de unos cuantos?
¿No sé qué
pensarán Girona, Lleida
y Tarragona? Pero
yo lo de ahora no
lo voy a
tolerar. Después de
haber enloquecido de
pasión en brazos
de hombres que
casi me hacen perder el
sentido no pienso conformarme
con los cumplidos
y débiles orgasmos
de Puigdemont y
Rajoy. ¡¿Que quieren que les diga?! Que va
a ser que no, que
los reserven para
sus santas esposas…Escoger por
mi ¡Qué se
han creído! Hasta ahí
podíamos
llegar. ¡Ah! y el duo Sanchez-Cuixart que ni se acerquen, mi cabeza no está para alborotadores ni seminaristas arrepentidos que quieren aterrizar en política
Soy un espíritu libre,
que no obedece
voluntades ajenas y
estoy donde la
Historia me ha colocado, si luego
tengo que cambiar,
seré yo quien
lo decida, sin policía, ni
guardia civil ni
mossos d’esquadra, ni
bomberos. Un día
fui Barcino y
ahora soy Barcelona.
En el futuro
puede que emigre
a Marte para
huir de tanta
sinrazón .
Pero hoy Barcelona está de luto
Pero hoy Barcelona está de luto
MARÍA BASTITZ