SEGUNDA PARTE
María cerró
los ojos, en
busca del sosiego
que no encontraba.
Sentía un dolor
extraño, un suplicio
del alma, era
como si de
su interior emanara
un ejército de
pirañas que le
corroía lentamente y
sin tregua, le
asfixiaba y no le dejaba
vivir. De repente
el timbre de
la puerta la rescató de
su martirio:
–¿Quién
será? –pensó
Pero
ella misma creyó
encontrar la respuesta:
–La
policía que viene
a echarnos de
casa.
Se
levantó despacio, fue
hasta la puerta
y la abrió
de par en par, para
facilitar la entrada
a todo el
mundo, pero una
voz que le
era muy familiar
le reprochó:
–¿Por
qué no contestas
a mis llamadas?
–¡Tatiana!
–exclamó María, que
a pesar de
las circunstancias en
que se encontraba
se alegró de
verla– tuve que vender
mi móvil en
el Cash Converters
para comprar unas
bambas a los
niños.
La
hermana, que no daba crédito
a lo que
acababa de oír,
quiso saber mientras
la abrazaba:
–¿Qué
te ocurre, Marieta? ¿Qué
ha pasado en
estos años que
he estado viviendo
en Nueva York?
–Demasiadas cosas
para que te las pueda
contar en poco
tiempo. Y, como
siempre, andarás con
prisas.
–Tal
vez deberías de habérmelo
explicado antes. ¿No te
parece?
–No
quería molestarte.
–¡Que
tonterías dices! –afirmó.
Después,
Tatiana, se deshizo
del abrazo y dejó que
María apoyara los
codos en las
palmas de sus
manos, que acabó
cerrando para zarandearla
ligeramente con la esperanza de
hacerla reaccionar, pero
su hermana callaba.
Tatiana miró
a su alrededor
y tropezó con
la desnudez de
los muros de
la casa, y por más
que sus ojos
vagaban por las
paredes en busca
de la gloria
de antaño, no
encontraban nada, absolutamente
nada. Finalmente preguntó:
–¿Dónde
están tus cosas?
–Las
que corrieron mejor
suerte, subastadas. Otras
malvendidas y las
que tuvieron un
final más trágico,
destrozadas.
–¡Oh! –exclamó Tatiana
confusa.
Las
dos hermanas se
miraron, en el
rostro de María
se reflejaba un
dolor profundo. La
recién llegada insistió:
–¿Y
tus ahorros?
–Los
engulleron la ruleta
y el black
jack del
casino de Montecarlo.
–Ya
sabía yo, que
el culpable de
semejante despropósito solo
podía ser el
insensato de tu ex marido.
Marieta
asintió.
Entonces, aparecieron
los niños, que
venían del jardín
y al grito
de:
–¡Tía
Tati! ¡Tía Tati! –se
lanzaron a su
cuello.
Tatiana,
al verles sucios
y semidesnudos, corretear
en aquella casa
vacía, tuvo la
sensación de que la sensatez
de su hermana
debía de haberse
esfumado por alguna
de las ventanas
para dar paso al
caos y a
la desolación:
–Vamos
niños –les dijo, después
de darles un
beso y abrazarles–,
vestiros que iremos
a visitar a
los abuelos.
–¡Bah! Tía
Tati –contestaron–, mamá
dice que no
nos quieren.
Tatiana, miró severamente a
María y les
reprendió:
–¡¿Cómo se
os ocurren semejantes
tonterías?! ¡Si os
adoran! Vamos, vamos,
poneros ropa limpia
que dentro de
diez minutos nos marchamos .
–¿Con qué nos
vestimos, mamá? –preguntaron los
niños.
–Con
las camisetas y
los pantalones que
tenéis encima de
la cama.
–Mamá –le
recordó el mayor
de sus hijos–,
la camiseta naranja
me está pequeña.
–Lo siento,
hijo, no hay otra.
–No os preocupéis
–les aseguró su tía–, antes
que nada iremos
a comprar ropa
nueva.
Los niños
desaparecieron escaleras arriba,
mientras la recién
llegada exigía explicaciones:
–¿Cómo has
podido llegar a semejante deterioro?
–¡¿Quién
te da derecho
a hablarme de
esta manera?! –respondió Marieta
levantando la voz
mientras dejaba que
las lágrimas resbalaran
por sus mejillas–,
mi ex, la
crisis económica que
hizo posible que me despidieran
de viajes Borneo,
la desgracia de
tener unos padres
incapaces de echarme
una mano…
–¿Quieres decir
que papá y mamá se
han negado a
ayudarte? –le interrumpió.
–¡Sí!
–Pero si
ellos nunca me
contaron nada de eso.
¿Acaso tú se
lo pediste?
–¡Naturalmente! Lo
hice por mis
hijos, pero mamá
prefirió comprarle brillantes
a la mujer
de Borja antes
que aliviar las
penurias de sus
nietos.
–¡Por
el amor de
Dios, Marieta! –gritó Tatiana–.
¡Mamá no es
tan insensata! ¡Y deja
de llorar!
–Dejaré de
llorar sí quiero. Y
está visto que
conoces poco a
nuestra madre. Es
una mujer sin
entrañas a quien
le importan un
rábano mis hijos
¿sabes? Porque, según
ella, al ser
adoptados, no llevan
su misma sangre,
en cambio los
de Borja, aunque
los haya parido
una arrabalera aprovechada
que desde que
se casó con
nuestro hermano no
ha vuelto a
dar palo al agua, merecen
todas las atenciones.
Entonces Tatiana
se dio cuenta
de que su
hermana sujetaba un
papel, amarillento y
gastado, entre sus
manos:
–¿Qué
es eso que
escondes tan sigilosamente? –le preguntó
un poco más
calmada.
La aludida
no respondió.
–Una
carta de amor
¿quizá?
Marieta
se ruborizó.
–Espero que
no sea de
otro truhán –insistió su
hermana–, porque no
sé cómo te las
arreglas que siempre
acabas enamorada del
mismo tipo de
hombres.
El
silencio continuaba, María
bajó la cabeza
y Tatiana aprovechó
aquel momento para
arrebatarle el papel,
que desdobló cuidadosamente, mientras
su hermana protestaba,
pero en lugar de encontrar
una carta epistolar
al más puro
estilo donjuanesco, de
un asalta lechos
mediocre, capaz de
recitar mal diestramente
los versos de
Zorrilla: un día para enamorarlas
/otro para conseguirlas / uno para abandonarlas... y después
ponerlo en práctica,
se encontró con
la notificación del
Juzgado de Instrucción
40 de Barcelona,
y al leerla
comprendió la magnitud
de la situación
–¡¡¡Pero
María!!! Si es
verdad lo que
está escrito dentro
de 48 horas
te desahuciarán.
La
muchacha hundida en
la desesperación se
abrazó a Tatiana
y murmuró:
–¡Santo Dios,
sólo faltan dos
días! ¡Ya había perdido
la cuenta!
Luego, con
los ojos inundados
de lágrimas, la
miró suplicante y
le rogó:
–Cuida
de mis hijos,
Tatiana, cuida de
mis hijos, porque
yo no me
siento con fuerzas.
Estoy acabada.
–Saldrás
de esta, María,
ya lo verás. Espérame aquí,
y cuando regrese
todo estará solucionado.
–¡Si
fuera tan fácil!
–Lo
es –afirmó Tatiana, aunque
ni ella misma
se lo creía.
Después
añadió:
–Me
llevaré a los
niños, para que
les dé un poco el
aire, y les
compraré ropa de
su talla.
Y, para
ganar tiempo, se marcharon enseguida.
Dejó a los
hijos de su
hermana con Fernanda,
la criada que
ya había cuidado
de ella y de sus
hermanos cuando eran
pequeños, en casa
de sus padres, y
se fue derecha
a la Ciudad
de la Justicia.
Al llegar al
juzgado de Instrucción
40, preguntó por el
procedimiento de autos
número 285/2013, y
el funcionario le indico que
mirara en el
tablón de anuncios.
Allí encontró:
D./Dª CARMEN
GONZÁLEZ VIDAL, SECRETARIO/A JUDICIAL DEL JUZGADO DE
INSTRUCCIÓN N.40 DE BARCELONA, HAGO SABER:
Que
por el JUZGADO DE INSTRUCIÓN N.40 de BARCELONA se tramita procedimiento de
EJECUCION HIPOTECARIA número 285 /2013, seguido a instancia del BANCO
de BARCELONA-, representado por
el/la Procurador/a GLORIA
CASADEMONT VIVES contra MARÍA PUIGDEVALL
SEGUI , representado por el/la
Procurador/a , , en reclamación de
630.000 EUROS por principal y, en su
caso, 6350 por intereses vencidos, más
presupuestados para intereses y costas. En dicho expediente se ha
acordado la celebración de subasta, que se sujetará a las siguientes
condiciones. El presente edicto estará expuesto en el tablón de anuncios de
este Juzgado hasta la fecha de celebración de la subasta.
Tatiana no
se sentía con
fuerzas para seguir
leyendo y preguntó
al agente judicial:
–Tal como dice
esta notificación ¿Sólo
me quedan 48 horas
para reunir el dinero y
suspender el embargo?
Y
cuando oyó que
le decía:
–Sí,
señora, la subasta
será pasado mañana
a las once. Puede
usted apurar el
plazo y pagar
el mismo día.
Notó que
las piernas le
flaqueaban pero enseguida
se sobrepuso. El funcionario
insistió:
–Si
está usted dispuesta
a saldar la
deuda y no
puede hacerla efectiva hasta
el último momento,
llámenos para que
no iniciemos la
subasta.
Y le
entregó un papel
con el número
de teléfono del
juzgado.
Tatiana
salió a la
calle y suspiró
profundamente, aquel aire
contaminado de desgracia
que se respiraba
en la Ciudad
de la Justicia
le causó un
malestar indescriptible. Reunió
todo el efectivo
que poseía, alrededor
de 250.000 euros.
Vendió, en un
tiempo record, por
290.000 euros, parte
de las acciones
de la empresa
familiar que había
heredado de su
abuelo, y los
90.000 restantes se
los prestó su
amante americano. Media
hora antes de
que se iniciara
la subasta lo
depositó en el
juzgado. La casa unifamiliar
que Marieta poseía
en la calle
Pere de Moncada
de Barcelona, había
quedado liberada.
Después
del ajetreo de
las últimas horas,
cayó en la
cuenta de que
los niños seguían
al cuidado de
Fernanda, de que
su madre no
había cesado de
llamarla al móvil
para exigirle que
se llevara a
aquellos mocosos de
su casa, que
no paraban de
alborotar y la
tenían al borde
de un ataque
de nervios, que ya ni
las sales ni
los sedantes la
tranquilizaban; y lo
que era aún peor, los muy
mal educados utilizaban
su fabulosa colección
de porcelanas de Sèvres para
improvisar un campo
de batalla, mientras
jugaban con los
soldados de plomo,
que habían sido
de Borja cuando
era niño, y
que ella tan
celosamente guardaba.
También
recordó que había
dejado a Marieta
en un estado
lamentable y que llevaba
dos días sola
en una casa
completamente vacía. Angustiada,
subió al coche,
se fue hasta
la Bonanova y recogió
a
los hijos de
su hermana del
domicilio
paterno. Pidió a
su madre que
le dejara el
duplicado de las
llaves de la
casa de María
para entrar sigilosamente
y anunciarle que
aquel mal sueño
había acabado, solo
quería que volviera
a sonreír. La
señora Puigdevall, airada, abrió
un cajón del
secreter de su
despacho y se
las lanzó al
vuelo:
–Toma, y
dile a María
que se las
quede, que aquí
no las quiero.
Entonces Tatiana comprendió,
que el odio
que Marieta sentía
hacia su madre
tenía razón de
ser, pero como
andaba justa de
tiempo, concluyó que
lo hablaría con
ella en otro
momento. Tal como había
prometido a sus
sobrinos, se los
llevó a Petit
Biscuit , les compró
ropa nueva, que
se dejaron puesta.
Estaban monísimos con las camisetas
de rayas azules
y blancas y
los shorts tejanos
a juego con
las bambas. En
Vilaplana compraron una
tarta Sacher, una
botella Moët Chandon
y un par
de latas de
Trinaranjus, había que
celebrar el final
de la pesadilla.
Llegaron a la casa,
Tatiana abrió la
puerta sin que
se la oyera,
y advirtió a
sus sobrinos:
–No hagáis
ruido, vamos a
darle una sorpresa
a mamá.
–¿Y comeremos
pastel, tía Tati? –preguntó el
más pequeño.
–Sí, pero
ahora ni una
palabra, chicos.
El silencio
era absoluto, no
se oía nada:
–¿Dónde
está mamá? –quiso saber
uno de los
niños.
–Seguro que en el
mismo sitio de
siempre –contestó el otro–, sentada en
la sala con
un papel en
la mano.
A
medida que se
acercaban al salón
se oía un
ruido extraño: Pero
si ahí no
hay nada –se dijo
a sí misma,
Tatiana. Y cuando
pensó en lo
que podía haber
sucedido, ya era
demasiado tarde. Los
niños acababan de
descubrir el cuerpo
sin vida de
su madre con
una soga en el
cuello, colgado de una
de las vigas del techo, balanceándose como
un péndulo y
las notas toscas
del crepitar de la madera dejándose escuchar
cada vez con
más insistencia. A
los pies del
cadáver el sillón
desvencijado, volcado en
el suelo, se erigía como un
monumento a la
desesperanza . Tatiana se
quedó paralizada, sintió
que el mundo
se le venía
encima. Los niños
empezaron a llorar
y a gritar:
–¡Mamá! ¡Mamá!
Entonces, soltó los paquetes
que llevaba en las manos,
la botella de champagne
estalló en mil
pedazos, y corrió
a abrazar a sus sobrinos
para impedirles que
siguieran contemplando tan
siniestra visión, mientras
sus ojos derramaban
lágrimas de dolor y rabia.
Marieta había muerto víctima
de su buena
fe, por culpa de las
ansias depredadoras del
capital y de
una justicia que
solo favorece a
los poderosos.
CONTINUARÁ
MARÍA BASTITZ
Agradezco
a una buena
amiga el asesoramiento
prestado en lenguaje
jurídico, tanto en la
primera como en
la segunda parte
de este cuento.
Mi esposo me dejó debido a mi falta de hijos durante 9 años. Mi corazón estaba destrozado porque ya no podía soportar el dolor. Comencé a buscar ayuda en Internet y encontré un artículo de (Elizabeth) que decía que Lord Zakuza la ayudó a recuperar a su esposo después de pagar algunos (artículos espirituales) utilizados para preparar el hechizo que trajo a su esposo en 24 horas. Me adhirí a su testimonio y me conecté con Lord Zakuza y después de verterle mis dolores, Lord Zakuza me dio sus palabras de que quedaré embarazada dentro de un mes después de que mi esposo regrese. Le creí y seguí todas sus instrucciones y pagué la suma de 230 euros para que él comprara los (artículos espirituales) que necesitaba para resolver mi caso. Me sorprendió cuando recibí una llamada de mi esposo diciendo que lo lamentaba y que volvería a casa y que esto sucedió dentro de las 24 horas después de que Lord Zakuza preparó un hechizo de amor para mí. Mi esposo regresó a mí y esta vez volvimos de nuevo e irrompible. Después de 2 semanas, estaba embarazada de mi esposo y di a luz a una encantadora hija a la que llamamos (ALEGRÍA). Puede que estés atravesando el infierno ahora, pero te digo que no durará para siempre, porque Lord Zakuza está aquí para ayudarnos a todos. Puede chatear con él en su línea de WhatsApp al +17405739483 o enviarle un correo electrónico a: doctorzakuzaspelltemple@hotmail.com para obtener una solución permanente.
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