Tercera Parte
La Catástrofe: El Sitio de Barcelona (Primera parte)
Amigos, dada la extensión de esta crónica hoy os contaré los hechos que dieron por finalizado el Sitio de Barcelona, el Once de Septiembre de 1714, pero las reseñas biográficas de algunos de sus protagonistas, se explicarán en una cuarta parte, titulada Héroes y Medrosos del Asedio a Barcelona, que aparecerá próximamente.
En 1713 la Paz de Utrecht puso fin a la lucha armada, y las potencias europeas reconocieron como rey de España y de las Indias a Felipe V, obligándole a renunciar al trono de Francia, mientras que los borbones franceses también debían desistir de la corona española. Inglaterra recibía, como botín de guerra, Gibraltar y Menorca, la autorización de enviar anualmente un navío de quinientas toneladas con permiso para comerciar en la América española, además del monopolio de la trata de negros. Austria era recompensada con los Países Bajos, Cerdeña, el Milanesado, Mantua, Mirandola y Comachio. Sicilia pasaba a manos de la Casa de Saboya, y a Portugal se le devolvía la colonia de Sacramento, conquistada por España en 1705. En definitiva, los tratados significaron el triunfo de Inglaterra y de su política de equilibrio europeo, la decadencia de Francia como primera potencia, y la hecatombe de la hegemonía española en Europa.
El 14 de marzo de 1713 los ingleses se vieron obligados a evacuar Cataluña. El 19 del mismo mes, Isabel Cristina, esposa del pretendiente Habsburgo, abandonó Barcelona y pasó la regencia al general Guido von Starhemberg, que solo tardaría tres meses en firmar el armisticio que favoreció un alto al fuego para que las tropas de Felipe V ocuparan Catalunya. Ya sé que no es de rigor histórico aderezar una crónica con opiniones personales, pero hoy en día, cuando quienes enarbolan todos los estandartes del catalanismo son capaces de simpatizar con el rey, descendiente de aquel tirano, aceptar sus títulos nobiliarios, otorgarle a su hijo y a su esperpéntica nuera el Principado de Girona, y permitir que su hija, casada con un ladrón declarado, trabaje en la Caixa y viva en Barcelona; una, que es moderadita, escribe sus novelas en castellano y cada Once de Septiembre cuelga en el balcón les quatre barres, ha llegado a la conclusión de que ciertos personajes y personajillos interpretan la Historia según sus intereses. Claro que, también cabe la posibilidad de que, además de moderada, sea corta de entendederas y me ofusque ante la realidad de que nadie quiera perder sus privilegios.
Pero volviendo a lo que nos interesa, la abolición de los fueros y libertades de los reinos de Aragón y de Valencia, en los que se incluía Catalunya como principado, decretada por Felipe V, el 29 de junio de 1707, en virtud del derecho de conquista, y rectificada en el Tratado de Utrecht, que a la vez le obligaba a amnistiar a los catalanes y a concederles iguales derechos y privilegios que los habitantes de las dos Castillas, que de todos los pueblos de España son los más amados por el Rey Católico, hizo que las tropas del Borbón iniciaran el asedio a Cataluña, que reducida a dos plazas fortificadas, la de Barcelona y la de Cardona, debía optar entre rendirse o continuar la lucha en defensa propia. Entonces se convocaron los brazos generales del Gobierno del Principado, o lo que venía a ser lo mismo, las Cortes sin Rey, puesto que el archiduque Carlos ya había asumido sus funciones de Emperador del Sacro Imperio, para tomar una decisión al respecto. Ante la desigualdad existente entre las fuerzas catalanas, que habían perdido el apoyo de la Gran Alianza, y las del Rey, los brazos militar y eclesiástico y los diputados de la Generalitat, decidieron aceptar al Borbón. Sin embargo el brazo popular se inclinó a favor de la resistencia a la instauración del absolutismo centralista, tal como sucedía en Francia, y que imponía el nuevo rey en todos los territorios sometidos. Desde la Generalitat tuvo que hacerse un llamamiento para organizar la defensa de la ciudad. Así las tropas catalanas, al mando del general Villarroel, se levantaron en contra de la Armada borbónica. Después de un año de combates, en que acumularon varias victorias, Luís XIV pensó que su nieto sería derrotado, y envió a Cataluña el grueso de sus Ejércitos dirigidos por el duque de Berwick.
Pero, el 11 de septiembre de 1714, después de dieciocho meses de sitio y combates encarnizados, los catalanes se vieron obligados a capitular.
El 15 de septiembre, el duque de Berwick firmó el nombramiento de la Real Junta Superior de Justicia y Gobierno, que, bajo la presidencia del secretario de Estado de Felipe V, José Patiño, del que los ministros de Rajoy deberían de aprender dado que, a pesar del dispendio de la guerra, los
historiadores dicen de él que: Economizó la Real Hacienda y libró a los pueblos de los tributos extraordinarios que exigían antes las urgencias ocurrentes; la casa Real estuvo pagada; el ejército, provisto; las rentas de la Corona se pusieron corrientes; y el Erario Público adquirió la reputación que, como decía Richelieu, es su principal riqueza. Pero a lo que íbamos, Patiño iba a sustituir la autoridad de la Generalitat y del Consejo de Ciento, por la de la Junta y leía ante las jerarquías vencidas: Habiendo cesado por la entrada de las armas del Rey N. S. (Q.D.G.) en esta Ciudad y plaza la representación de la Diputación y Generalidad de Cataluña, el Excmo. Sr. Mariscal Duque de Berwick y Liria me ha encargado que ordene y mande a los diputados y oidores de cuentas del General de Cataluña, que arrimen todas las insignias, cesen totalmente, así ellos como sus subalternos, en el ejercicio de sus cargos, empleos y oficios y entreguen las llaves, libros y todo lo demás concerniente a dicha casa de la Diputación y sus dependencias...
Abolida la Generalitat y el Consejo de Ciento y desarmadas las fuerzas militares catalanas, los líderes de la resistencia emprendieron el camino del exilio hacia las tierras del Sacro Imperio, y los que tuvieron peor fortuna fueron encarcelados o condenados a muerte. Derruidas las fortalezas del Principado, cerrada la Casa de la Moneda, suprimida la Universidad de Barcelona y los Estudios Generales y decretado el uso oficial del castellano en lugar del catalán, Cataluña perdió todo su poder político y fue sometida a un largo proceso de castellanización, que ahora el ministro Wert, después de treinta años de convivencia pacífica entre las dos lenguas, con tanto esmero quiere volvernos a imponer.
El nuevo régimen implantado en Cataluña se estructuró definitivamente el 16 de enero de 1716 en el Real Decreto de Nueva Planta, y como no podía ser de otro modo, fue sometido a la aprobación del Consejo de Castilla. Dicho decreto otorgó el máximo poder de gobierno a un militar: el capitán general, asistido por la Real Audiencia. Y todas las decisiones referentes a Cataluña iban a resolverse en la Corte de Madrid. Felipe V había eliminado el uso oficial del catalán, Carlos III lo suprimió de la enseñanza primaria y secundaria. Pero tales medidas, que en estos días algunos quieren rescatar del olvido, no iban a conseguir, ni tampoco conseguirán ahora, la desaparición de la lengua catalana.
No sé si a ustedes les sucederá lo mismo que a mí, pero después de escribir y releer esta parte de la crónica, y comparar lo sucedido entonces con lo que está ocurriendo hoy, tengo la sensación de que nada cambia.
Señores, les invito a la reflexión. Buenas noches.
MARÍA BASTITZ
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