SEGUNDA PARTE
–La Guerra y sus Héroes–
-Héroes-
Bien, como está comprobado que el orden de los factores no altera el producto, hablaremos primero de los héroes y luego de la guerra, para que sus nombres les resulten más familiares. En esta contienda, hubo militares expertos y valientes en ambos bandos, de los que cabría destacar:
Al general inglés John Churchill, duque de Marlborough, que al entrar Inglaterra en el conflicto bélico, el 4 de mayo de 1702, y declarar la guerra a Francia, se puso al mando del Ejército Aliado.
A Jacobo Stuart Fitz-James, duque de Berwick, hijo natural del rey Jacobo II de Inglaterra y sobrino de Marlborough, que se nacionalizó francés cuando su padre perdió la corona, y que dio a Felipe V el triunfo en la batalla de Almansa.
Al mariscal Eugenio de Saboya-Carignano que nacido francés fue rechazado cuando quiso alistarse en el ejército de aquel país. Siempre se opuso a la ambición de Francia por dominar Europa, y pasó a formar parte de la armada del Sacro Imperio Romano Germánico y, como no podía ser de otro modo, en la Guerra de Sucesión Española, combatió en el bando austríaco. Fue comandante de las tropas del Emperador en el norte de Italia. Participó en la batalla de Carpi, en la de Cremona y en la de Luzzara. Junto al Duque de Marlborough, consiguió la victoria en Blenheim, y por méritos propios las de Turín, Oudenarde y Malplaquet.
Claudio Luis Héctor, duque de Villars, mariscal de Francia, y el mejor general de Luis XIV en la Guerra de Sucesión.
Luis José de Borbón, duque de Vendôme, que fue enviado a España por Luís XIV al mando de un cuerpo de ejército, para fortalecer los intereses de Felipe V. Se destacó en la batalla de Brihuega, en la que derrotó a los ingleses, dirigidos por el general James Stanhope. Falleció en Vinaroz y, por orden de Felipe V, fue sepultado en El Escorial.
Juan de Cereceda y Carrascosa: Conocido como el Centauro de la Mancha. Caballero de la Orden de Calatrava. Las gestas de este soldado, no son célebres porque jamás redactó un memorial para solicitar ascensos o distinciones. Es más, cuando se le ofreció el cargo de gobernador de Alicante, renunció con las únicas palabras que se sabe que pronunció delante de otras personas: Antes prefiero mandar a cuatro soldados inválidos que a miles de civiles. Y como en aquellos tiempos, las guerras se ganaban gracias a saber tomar decisiones acertadas sobre el terreno, aprovechaba al máximo las cualidades de sus hombres y empleaba la imaginación cuando, ante la superioridad del enemigo, no le quedaba otra solución. Y hay que decir que manejaba con brillantez este tipo de situaciones
Josep Moragues i Más: Terrateniente. Su profundo sentimiento anti francés, por las constantes incursiones del ejército del país vecino en tierras cercanas a sus propiedades, fue un factor determinante para que rechazara al rey Felipe V y simpatizara con la causa del pretendiente austríaco. Josep Moragues se destacó en la lucha y adquirió un considerable prestigio, hasta 1707 formó parte del Regimiento de las Reales Guardias Catalanas, cuerpo militar de élite del ejército del archiduque. Después ascendió a general de batalla, el grado más importante que alcanzaban los combatientes catalanes. A principios de 1707 fue nombrado gobernador de Castellciutat, fortaleza militar de la Seo de Urgel, que protegía la zona fronteriza de las penetraciones de los franceses.
Antonio de Villarroel y Pelaez: Nombrado Teniente Mariscal por el archiduque Carlos de Habsburgo, y del que hablaré en la última parte de esta crónica.
-La Guerra-
Dada la complejidad de la sublevación, la confrontación presentó un doble cariz; los castellanos, vascos y navarros, tanto pueblo como clero, apoyaban la causa borbónica, mientras la alta nobleza era partidaria del archiduque. En cambio en Aragón, el respaldo fue inverso. Y es aquí donde conviene recordar, sin que por mi parte implique posicionamiento alguno, sino solo la intención de acabar con los malos entendidos, y dejar claro a la señora de Cospedal cuando dice que: Catalunya nunca fue un reino en sí mismo, que ya lo sabemos, y que muy a pesar nuestro, nunca existió como nación ya que, únicamente, formaba parte de la corona de Aragón. En aquel entonces, la soberanía no era nacional sino dinástica y el concepto de nación, tal y como lo entendemos hoy en día, es fruto de los cambios que se dieron en Europa desde la segunda mitad del siglo XIX, hasta el final de la Gran Guerra. Pero no les voy a hablar de estos detalles semánticos, que últimamente parece que tanto dan de sí, ni tampoco de todos los pormenores de la lucha armada, sino de aquellos hechos estrictamente ligados al tema que nos incumbe. Aunque no puedo pasar por alto, no por patriotismo sino por hartazgo, porque nunca nadie habla de las pérdidas del reino de Aragón en la contienda, Nápoles y Sicilia por poner un ejemplo, que en 1704 los ingleses ocuparon Gibraltar en nombre del archiduque, y el peñón todavía hoy, es parte del botín que pagó la corona de Castilla por aquella guerra. En 1705, el conflicto bélico, internacionalizado desde el primer momento, se convirtió en una contienda civil.
Llegados a este punto, hacía más de cuatro años que Felipe V reinaba en España con la aprobación de todos sus súbditos. Pero, en agosto de aquel año, el pretendiente austríaco embarcó en Lisboa junto a su escuadra, compuesta por 180 barcos, 800 caballos y 9.000 soldados ingleses, holandeses y austríacos, bajo el mando de Lord Peterborough, y puso rumbo al Mediterráneo. En su travesía, el archiduque Carlos hizo escala en Gibraltar. Allí se unió a su flota Jorge de Darmstadt, príncipe de Hesse, con dos regimientos más. Navegaron por aguas de la corona de Aragón, bombardearon Alicante y se detuvieron en Altea donde el archiduque fue proclamado Rey con el nombre de Carlos III.
Este levantamiento vino determinado por: La propaganda austriaca, que insistía en el carácter centralista de la administración borbónica. Los atentados cometidos contra el régimen autónomo tradicional, y la presencia de la escuadra aliada en distintos puertos mediterráneos, como medida de coacción.
La flota del archiduque llegó a Barcelona el 22 de agosto, pero la ciudad reiteró su obediencia a Felipe de Borbón, reconocido como soberano por las Cortés de Cataluña de 1701. La noche del 13 al 14 de septiembre los confederados decidieron atacar el castillo de Montjuïc, Jorge de Darmstadt dirigió la toma de la fortaleza con la aproximación sigilosa de tres columnas: la primera compuesta por 400 granaderos ingleses e irlandeses; la segunda por 400 mosqueteros ingleses, por 100 neerlandeses y 100 catalanes; y la tercera por 300 dragones y 1.000 soldados ingleses. Otros 1.000 catalanes, con Antonio de Peguera bajo las órdenes de James Stanhope, cerraron el paso a la guarnición de Barcelona.
El asalto perdió el factor sorpresa y los defensores superaron el primer ataque. En defensa de la fortaleza, salieron de la ciudad 400 granaderos a caballo y Jorge de Darmstadt murió en el combate, al querer impedirles alcanzar su objetivo, mientras que 300 aliados fueron hechos prisioneros. Sin embargo, los confederados volvieron a reagruparse y dirigidos por Lord Peterborough, que contaba con más de 1.000 catalanes que se habían puesto a su disposición, conquistó las defensas exteriores del castillo, que cayó unos días después. El Virrey de Cataluña Francisco Antonio Fernández de Velasco y Tovar firmó la capitulación de la ciudad el 9 de octubre de 1705, y poco después entró en Barcelona el Archiduque Carlos, que el 7 de noviembre de 1705 juró los Fueros Catalanes, porque la conducta de los Habsburgo siempre había sido la de conservar las prerrogativas de los territorios que ocupaban, absolutamente antagónica a las maneras de hacer de los borbones, obsesionados en conservar el poder centralizador. Una de las primeras medidas que tomó el nuevo Rey fue la convocatoria de Cortes Generales.
En 1706, tras las decisivas batallas de Ramillies (Bélgica) y Turín, la corona española perdió Flandes y el Milanesado. Y Felipe V tuvo que abandonar Madrid ante el ataque del pretendiente. En abril de 1707, las fuerzas franco-españolas derrotaron al ejército aliado en Almansa, propiciando así la caída de una parte de los territorios de la corona de Aragón. Ese mismo año, la escuadra confederada se apoderaba de Orán, Cerdeña y Menorca. Durante 1708, las tropas borbónicas lograron dominar Valencia y avanzar hacia Cataluña. El 1 de agosto del mismo año, el pretendiente austríaco contrajo matrimonio, en la iglesia de Santa María del Mar de Barcelona, con la princesa Isabel Cristina de Brunswick, hija mayor del Duque Luis Rodolfo de Brunswick.
En 1709, Luis XIV quiso negociar la paz pero se retractó ante las condiciones impuestas por los aliados, que le exigían luchar contra su propio nieto. Aquel año, los partidarios del archiduque Carlos consiguieron que el Papa Clemente XI, lo reconociera como rey de España, lo que provocó la ruptura de relaciones entre la corte del Borbón y el Vaticano.
En 1710, una ofensiva aliada lanzada desde Barcelona logró detener en Almenara a las tropas de Felipe V, y el Ejército Confederado tomó de nuevo Madrid. Sin embargo, las victorias de Brihuega y Villaviciosa de Tajuña (Guadalajara), decidieron la guerra en España a favor del pretendiente francés...Continuará
MARÍA BASTITZ
Nota: La bibliografía os la anotaré en el último capítulo
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